miércoles, 15 de agosto de 2012

Dificil, no Imposible

Hola obispo.
Cuando somos bautizados con el Espíritu Santo pasamos a tener el corazón cómo el de un niño, o sea, NO logramos guardar resentimiento hacia nadie, por más que la persona haya hecho la mayor atrocidad del mundo.
Pues bien, fue lo que sucedió conmigo. Obispo, estuve casado durante cuatro años con una muchacha y la amaba mucho. Tenía muchos planes con ella y con nuestra hijita. Fue cuando descubrí que me estaba traicionando, y lo peor: con un amigo de la infancia. Encima tuvieron la caradurez de mirarme a los ojos y decirme que jamás harían eso conmigo.
Obispo, aquella noticia cayó como una bomba que derrumbó mi mundo. Quedé muy quebrantado, y después de eso terminamos nuestra relación.
Esa fue una etapa muy difícil de mi vida. Ya era bautizado con el Espíritu Santo, pero ese acontecimiento fue mi bautismo de fuego. Tuve que pelear mucho con mi corazón, pues él no quería perdonar. Me despertaba todas las madrugadas con pensamientos demoníacos de matarlos a los dos, y lo peor era tener que cruzarme con ellos todos los días, pues éramos vecinos.
Fue una verdadera guerra entre corazón y espíritu, pero comencé a hacer como usted orientó, orar por ellos, aun queriendo el mal. Cada vez que lo veía, corría hasta mi casa, iba al cuarto de baño y oraba pidiéndole a Dios que los bendijera.
Obispo, fue así que logré mantener limpio mi corazón. Hoy hablo con ella normalmente. Él está preso sin ningún motivo, pero también le hablo.
Dejo mi consejo: vale la pena orar por los que te hacen mal.
Hoy soy muy feliz con una gran mujer de Dios.
Obrero Valdeli.


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